La figura de Patton no deja indiferente a nadie; era un personaje contradictorio, tal vez reflejo de la sociedad en la que se crió y formó. Californiano y sureño de pro, amante de los valores tradicionales, de modales aristocráticos, se movía con extraordinaria soltura en la alta sociedad a la que pertenecía pero, al mismo tiempo, gustaba de emplear un lenguaje soez y contemplar la reacción que provocaba.
Católico ferviente, rezaba a diario, pero en sus famosas arengas alentaba a sus soldados a matar al enemigo y no dudó en utilizar a sus hombres para sus fines particulares. Era único para dar impulso a un ataque, pero no sabía manejar la situación cuando se enfrentaba a una defensa decidida; magnífico jinete, estricto en la disciplina, metódico y concienzudo hasta el extremo, interpretaba a su manera las órdenes de sus superiores. Estaba convencido de que siempre tenía razón.